lunes, 28 de septiembre de 2009

Vaguedad de vaguedades y sólo vaguedad

(El Roto)

El The Guardian Hay Festival Segovia, que se celebró este fin de semana, basa su éxito en traer 150 personajes de la literatura, la farándula y la cultura (caso de no ser lo mismo), reunirlos en conversaciones alrededor de temas preferiblemente interesantes, y facilitar el contacto de dichos autores con el público con la máxima interacción valiéndote de lo bonita que es Segovia y lo bien que se come.

De estos 150 personajes de la cultura, estoy seguro que 146 sabían algo más del libro electrónico que los 4 que el viernes les tocó perorar del “presente y futuro del libro electrónico”.

El presidente de Cedro me dio la impresión de que no sabía dónde estaba (aunque esa es la impresión que me da siempre, que flota)

Suso del Toro, novelista y autor de la audaz hagiografía Madera de Zapatero, dijo que le parecía bien, pero que no se apaña mucho con esto del iphone –sic-.

Javier Jiménez, editor, dijo que él tiene un papyre pero no lo usa.

Ignacio Latasa, a priori del partido del ebook, parecía saber algo más, parecía. Por lo menos, el chaval, sacó un e-book enseñándolo a la concurrencia mientras declamaba con solemnidad: “Señores, he aquí el ebook”

(Grandísimo ¡Ahhhhhhhh! de estupefacción en el auditorio, vivas a las autoridades y al progreso…. Jaleo en las últimas filas al desalojar a varias señoras desmayadas de la impresión…)

Miren que he estado (y en algunos casos hasta participado) en mesas redondas sinsentido, en actos patéticos, en las bobadas más variopintas… Pero superar la del libro electrónico del viernes, me va a costar… No hubiera pasado nada si fuera una tertulia de café entre este y el otro. Pero resulta que estamos en uno de los eventos literarios de más empaque y entre el auditorio se contaban no menos de 20 editores, decenas de autores angustiados con que el día de mañana, con lo vacilón que queda posar con el libro para el periódico local, haberse de conformar con enseñar el pincho USB… Luego periodistas de la cosa, expertos, informáticos…. En fin, auditorio de lujo para unos ponentes de pacotilla. Daba la impresión de tener a unos novicios en el proscenio predicando a los canónigos sobre cómo se cobra un estipendio. Bastante penoso, la verdad.

El respetable se cabreó, lógico. Hasta un ponderado autor como Gabriel Guerrero, salió despotricando. Jorge Ruiz, de Equipo Sirius, muy impresionado, no volvió a ser el mismo hasta varios cubatas después, el presidente de los editores de Madrid, meneaba la cabeza pensativo… Tremendo.

Suso del Toro y Cia se equivocaron. Pensaron que su auditorio estaría formado por esas ancianitas que asisten a sus bien pagados bolos en las “universidades de la tercera edad”, a las que con paciencia y tesón hay que explicarles que Cela era mal hablado pero buena persona. Intentaron vender un mensaje de tranquilidad y algo escéptico, para terminar concluyendo que bueno, sí, habrá que hablar de este tema…

Y yo ya no sé qué pensar. Está claro que el libro electrónico es más que un fenómeno coyuntural como la “termomix” (desafortunada comparación del señor Jiménez, que dijo que sí, que bueno, que el tiene una termomix y que nunca la usa, del mismo modo que tiene un papyre y tampoco, pero en este mundo hay gente para todo y nunca se sabe, aunque puede ser que sí, y puede ser que no, y que él creerá en la cosa cuando Stephen King saque a la vez en papel y en e-book su último libro- sic- ). Pienso que el libro electrónico es una realidad, y que el problema que plantea es como rentabilizarlo en una sociedad acostumbrada a disponer gratis los contenidos digitales, por un lado, y en un sistema de distribución comercial muy apegado al objeto físico como bien y que además actúa de filtro cualitativo necesario entre oferta y demanda, por otro. Pienso también que una sociedad sin cientos de miles de librerías ni tiendas de discos es una mierda de sociedad, y sí, en el fondo, confieso que me mola salir en el periódico local con cara de gafapasta enseñando mi última novela y me da que no saldré igual de favorecido sujetando un pincho USB tratando de convencer al personal que allí hay 400 emocionantes páginas. Con mi madre no va a colar, ya os lo digo ahora.

Por lo demás, y hasta ayer, pensaba que no tenía ni p*** idea del e-book. Sólo sé que desde que padezco presbicia veo con mejores ojos estos cacharritos que puedes leer a oscuras y con comodidad, que te ahorran un montón de espacio en casa y que aunque ni ciego de DYC pago 22 euros por el trhillerazo de moda de Pernilla Metesakensen, lo mismo si me gasto cuatro en descargarme el tostón. Ahora bien, si detraigo 18 euros de la cadena económica sobre un bien de valor hasta 22, aquí hay algo que no cuadra.

Lo que está claro es que el sector editorial debe tomarse este tema bastante más en serio. Por su bien, digo…


Luis Besa

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menos mal que después hubo cochinillo, y así (con el estómago lleno) a uno las gilipolleces le parecen menos gilipolleces.

A mí me pareció un grupo de dinosaurios hablando sobre si se iban a extinguir o no.

Sociópata.

PD: Qué pena que la ronda de preguntas fuera tan corta y que no dejaran hablar a Jorge.