jueves, 1 de enero de 2009

Crónicas de Tierra 2


Santa Cláus me ha regalado Crónicas de tierra 2, de Jordi Sierra i Fabra, y aquí dejo algunos comentarios sobre el libro.
Todos sabemos que hay libros con una buena historia, pero muy mal escritos, por lo que no llego hasta el final. Los hay también los que nos hacen disfrutar con la escritura, pero que no dicen nada, no cuentan nada, por lo que tampoco llego al final o lo hago con mucho esfuerzo. Y el remate lo ponen aquellos que te enganchan por su trama, sus personajes, el devenir de la historia y, además, están muy bien escritos. ¡Ah, que placer entonces!
Pues Crónicas de Tierra 2, pertenece a la segunda categoría. Si señor, Jordi Sierra escribe muy bien este libro, pero no cuenta nada que me haga reflexionar más allá de los que a continuación menciono.
La historia va de robots, pero como todo robot es una máquina, utiliza el femenino (nada original ya que los latinoamericanos dicen computadora en vez de ordenador que se utiliza por esta tierras). Pero el autor no se resiste a introducir en cada "máquina" unos porcentajes de masculino y femenino. Este aspecto, que podría haber llevado la trama por otros interesantes derroteros, queda reducida a un par de miradas cómplices entre la científica Nathanian y la policía Anassaky.
En Tierra 2 no existen humanos, ya que varios siglos antes la abandonaron (¿todos?, rara unanimidad en nuestra especie), camino de la auténtica Tierra. Las máquinas van languideciendo y el camino es negro ya que no tienen materiales para nuevos componentes, repuestos, etc. Investigan el espacio buscando hierrro puro, metal que al final se encuentra. Este asunto que ocupa una parte importante de la trama, es donde también flaquea el autor. ¿Por qué esa fijación de que las máquinas no tienen futuro si no encuentran hierro puro? Precisamente el hierro puro no tiene ninguna aplicación práctica; es su combinación con otros metales lo que le da su importancia, especialmente en los aceros.
Pero donde tenemos las principales inconsecuencias del argumento es en las propias máquinas/robots. Veamos algunas que hacen chirriar la lectura.
Nos habíamos acostumbrado a los robots de Asimov, con sus tres leyes. Pero el autor hace una mezcla aberrante: máquinas con celulas, hormonas o partes del cuerpo humano, máquinas totalmente máquinas, máquinas con cerebro humano (la primera genración de ellas). Este batiburrillo conviene desentrañarlo. Una cosa es un cerebro humano y otra distinta inteligencia artificial. Ya Eguídanos hablaba de los trasplantes del cerebro a una máquina, sin dejar de considerarlos humanos...aunque con diferencias profundas con los terrestres.
Jordi Sierra a humanizado tanto a las máquinas que son casi iguales a un ser humano: trafican, se drogan, mienten. Pero eso sí, no hay violencia, característica propia de los humanos.
Otro fleco dejado de la mano. ¿Que es la violencia? Interesante discusión sería esta. La mentira es la primera violencia; de ella se desprende un camino de engaños, medias verdades, traiciones, agresiones, muertes y guerras apocalísticas.
Hay otras incongruencias: sitúa la galaxia más cercana a la nuestra a 2 años luz; un robot tripula una nave que tiene otro robot, división horaria en Tierra 2 entre máquina/activa (día) y máquina/reposo (noche),...
Y claro una máquina da el primer paso anulando a otra compañera en un acto de violencia que sacude los cimientos de toda la sociedad de Tierra 2. ¿Anulando, matando, deconectando, borrando la memoria? Y claro, el autor con la ayuda de una policía encuentra a la asesina, que como no puede ser de otra forma, es una superviviente de la guerra máquinas/humanos (con su injertos humanos, claro).
¿Qué cual es el argumento de la novela? Perdón, el asunto va de que una científica (que también miente y engaña haciendo experiemtnos en su laboratorio secreto a espaldas del Consejo) cree que las máquinas (la inteligencia artificial) no tienen futuro sin el ser humano y por lo tanto hay que crearlo.
En resumen: me ha costado terminar sus 256 páginas y ello por qué no hacía nada más que pararme a pensar en la tremendas inconsistencias de la historia y su personajes.

Carlos Muñoz

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