jueves, 30 de abril de 2009

Pregunta con respuesta


En la entrada del pasado 15 de abril, ponía una frase que nos parecía una cita de algún autor de ciencia ficción.
Alguien que pasaba por aquí (gracias Manuel) nos ha dado la respuesta. Corresponde a Isaac Asimov. Una vez se el autor, me pregunté que no podía estar en el texto de la novela, y más parecía un tipo de introducción o prólogo, y además debería ser una cita algo antigua (y así despistarnos a los editores). Realizada un breve investigación en mi biblioteca ¡¡eureka!! corresponde a Némesis.
En ella se plantea que existe una" estrella vecina" a 2 años luz (la mitad de camino a Próxima Centauri), y que sirve de revulsivo para la emigración de terrestres. En ella hay referencias a los planetas tipo Aurora, el aislamiento ("establecimientos"), etc. Sin ser la mejor de Asimov, es entretenida, bien construida y fácil de leer.
Sin embargo, mis recuerdos de esta novela eran negativos por la pésima traducción realizada; especialmente en la conversión de los billones en...billones. Una aberración, ya que en la Tierra no hay "8 billones" de habitantes, ni estamos a "2 billones" de años luz de ninguna estrella.
Es sabido que un billón estadounidense son mil millones en castellano y cualquier lengua de origen latino.
Una traducción de los años 90 que en su reedición en bolsillo en 2005 se comente el grave error de no poner tilde en el título.

Jorge Ruiz

martes, 28 de abril de 2009

Premio ASTRO


La UAM y Equipo Sirius han convocado el I Premio Internacional ASTRO de Ficción Científica,...
entendiendo por tal, relatos, tramas, contextos que incluyan como eje narrativo anticipaciones o especulaciones caracterizadas por su fundamentación científica
Las bases del Premio se pueden consultar aquí

Carlos Muñoz

lunes, 27 de abril de 2009

La piel de la envidia



Va para un año me regalaron la Piel Fría, de Sánchez Piñol, en una bonita edición conmemorativa de Edhasa de tapa dura y regusto clásico. Qué bonito libro. Para entonces yo ya le tenía una manía considerable a Sánchez Piñol.

La envidia.

¿Les parece poco motivo una novela exitosa fantástica y bendecida por toda la crítica mundial?¿Por qué él sí y otros (sin duda igualmente meritorios) no? Además, el argumento se me antojaba un cagarro, una revisión lovecrafiana de “La cosa del pantano”… ¿Y una novela así era lo mejor que había pasado en la CF en años?... Pues sí que estamos buenos. Hay que decir que no soy envidioso siempre, sólo lo normal (a veces hasta me alegro del éxito ajeno). Pero mira por donde, la había cogido perra con Sánchez Piñol

Total, que si no puse la Piel Fría en el cesto para la biblioteca pública de buenas a primeras fue porque el libro era bonito. Y ahí andaba, tirado por casa, hasta la pasada semana. Tras una racha de lecturas de doctísimos ensayos de la mayor trascendencia, el cuerpo me pedía “serie B”. Y en esto cojo el libro de la peor manera, ciego de envidia y dispuesto a ensañarme en los defectos y debilidades de la Piel Fría.

La primera impresión no fue nada mala. Un ritmo conradiano, una prosa ajustada al contexto histórico, un enigmático inicio que suscita mil preguntas… Pero pronto conseguí el objetivo inicial de encontrar alguna fisura en la que cebarme. Allá por la página 30 me sorprendió la brusca transición al contacto del prota con los monstruos. “Oh qué mal”, me decía con sonrisita de suficiencia, “que tonto es este Sánchez Piñol, pudiéndolo hacer así, lo hace asá (ji, ji)”. Además, que el prota se llame Batiscafo (¿qué pasa? ¿qué el autor nos toma por subnormales?)… Para mayor felicidad del envidioso, el primer pliego del libro se me despegaba hoja por hoja. Ya tenía, pues, lo que buscaba. No sólo era una novela corrientucha sino que, encima ¡las hojas se caían! (ji, ji, ji). Un envidioso no puede ser más feliz.

La cosa es que, no teniendo otro libro a mano, seguí leyendo. Y aunque envidioso de natural, siempre he sido celoso de mi salud mental, de donde procuro decirme a mi mismo la verdad, y la verdad, Besa, es que si la novela es un cagarro ¿qué haces mordiéndote las uñas y leyendo la Piel Fría como un poseso a la 1,30 de la madrugada? ¿Acaso era un thriller de estos mascado como la carne de pescuezo pero máximamente adictivo? No. ¿Entonces, un espasmo continuo de acción mutante que obliga al lector a pasar página cual poseso? Tampoco.

Me tuve que rendir a la evidencia… Estaba ante una magnífica e inteligentísima novela y había que seguir hasta el final…Y les advierto que superar las trampas que la envidia pone en la lectura de un texto no es nada, pero que nada, fácil.

El irlandés, el prota, llega a una isla remota donde se las verá con un enigmático náufrago vocacional y una situación de lo más jodida. Hasta ahí, la Piel Fría recuerda a “El Faro del Fin del Mundo”, de Verne, mezclada con “Enemigo Mío”, “Fort Apache” y “La Cosa del Pantano II”, sólo que en lugar de piratas o mescaleros, citaucas, anfibios antropomorfos que no paran mientes con tal de acabar con todo lo que tenga chicha. Sin embargo, tres o cuatro cosas diferencian radicalmente la Piel Fría de lo que pueda haber experimentado antes. En primer lugar, la tensión entre los dos humanos que, gradualmente, se traslada a la posesión de la sirena, generando un brutal triángulo amoroso de tintes mitológicos. En segundo lugar, el acecho, Sánchez Piñol no se ceba en la abundante acción pero la describe admirablemente. Y por último, el supermisterio. ¿Quién es Battis Caffó? Aquí hay que decir que al estar narrado en primera persona se sabe que Battis acabará fatal, pero el talento de Sánchez Piñol se impone a esta limitación.

La pregunta de ¿qué hace aquí Battís? ¿quién es este ser aislado en su burbuja y hundido en los abismos oceánicos?¿Por qué Sánchez Piñol no te lo explica?... Una duda que taladra el cerebro y se convirtió en el eje de mi lectura. Ahí estaba la clave, de donde el final, único posible e inevitable, me pareció un gran colofón. Me fascinan las novelas circulares. O sea que, resumiendo, encima de entretenida, inteligente y original, con alarde estructural incorporado. Llegados aquí, no queda sino seguir el consejo de Cruyff cuando Busquets le recriminaba que al jugar adelantado corría el riesgo de que le metieran gol desde medio campo. “Si te la meten desde medio campo, te giras y aplaudes”, zanjó el entrenador. Y esto es lo que hago, un caluroso aplauso.

Donde discrepo abiertamente es en la consideración de esta novela como la mejor de género fantástico escrita en España. Con todo el respeto, Sánchez Piñol está aún lejos de Perucho o Palol. Es una muy buena y original novela basada en un triángulo amoroso alrededor de una sirena hechicera de solitarios y con el aliciente formal de una circularidad argumental. Adictiva, bien escrita, ni le falta ni le sobra, exacta, recomendable, entretenida y, lo que más me gusta, con no pocas dosis de belleza. Ni más ni menos. ¿Dónde está lo que no encaja? ¿Por qué no es la novela genial que dicen que es? Pues por la liviandad del leit motiv filosófico, esa manidísima pretensión de positivar al “otro”, para terminar postulando que el enemigo es el “hombre blanco” en tanto que intruso. Si al menos Sánchez Piñol se limitara a ventilar esta tontada en quince rayas … Pero insiste e insiste… Como si ponerse en la piel del otro no fuera una de las más trilladas gilipolleces de los libros de autoayuda…

Cada día llevo peor las novelas con moralina.

Muerte a la moralina.


Luis Besa

miércoles, 15 de abril de 2009

Pregunta


Durante estas fiestas pasadas, conversando con un colega me comentaba que un original recibido incluía un párrafo como propio pero que el creía que era de otro autor. A mí también me suena, pero no recuerdo de quíén es.


Lo transcribo tal como me lo ha facilitado por si alguno/a de los que pasan por aquí puede ayudar al respecto.



[...]Hace mucho tiempo tomé la decisión formal de seguir una regla fundamental en mis escritos: ser claro. He desechado cualquier tentación de escribir poéticamente o de modo experimental, o de cualquier otra forma que me permitiera[...]
He escrito con la mayor claridad y, de este modo, he establecido una cálida relación con mis lectores [...]

Jorge Ruiz




jueves, 2 de abril de 2009

Tres ensayos

Platón y Aristóteles

De joven algunas novelas me impactaban de tal modo que mis puntos de vista sobre las cosas cambiaban. Para mí, ahí está la diferencia entre una buena novela y una gran novela. Ocurre que, cosas de la edad, en los últimos quinquenios esa capacidad de impactar mi forma de pensar se ha desplazado de la novela al ensayo.

Este año estoy de suerte y tres ensayos me han conmocionado. Me refiero a “Espacio y Tiempo”, de Teodoro Vives (Equipo Sirius), “Yo soy un extraño bucle”, de Hofstadter (Metatemas), y “Los ensayos de Montaigne” (Acantilado), de cuya lectura sigo disfrutando.




Espacio y Tiempo. Hace un año, en la Feria del Libro, compré en la caseta de Equipo Sirius este ensayo descomunal (por su calidad, que no por su cantidad, son 300 páginas que se hacen muy cortas) del astrónomo Teodoro Vives (exCoDirector del Observatorio hispanoalemán de Calar Alto). Fui dejando su lectura hasta hace unas dos semanas, y créanme, hoy no entiendo que alguien que se interese por la filosofía de la ciencia no lo tenga por lectura obligatoria. Bueno no, es formidable. En concreto, las primeras 70 páginas en las que se resume la filosofía de la ciencia de Platón a Feyerabend es sencillamente lo más clarito, sintético e inteligible que recuerde haber leído al respecto. Una maravilla. La fiesta sigue con la exploración de un tema tan apasionantes como el espacio y el tiempo. Comprenderán que para un idealista (en sentido filosófico) como yo este libro sea una gozada en cadena.

Siempre me extrañó un tanto que los científicos den por buena la existencia (real, en sentido fuerte) de muchos conceptos sin pararse a pensar en los tsunamis epistemológicos que aparejan. En ciertos ambientes, es hasta cierto punto común encontrarse con sabios que hablan de la necesidad de postular la realidad de un “nuevo tipo de materia al que llamaremos información”, el espacio que no tiene espacio y cosas así. Sin probablemente ellos saberlo, se sitúan en un realismo platónico recalcitrante que ignora 2.500 años de pensamiento. En honor a la verdad, a renglón seguido hay que decir que 2.500 años después, el platonismo sigue siendo la filosofía “doméstica” que todos llevamos dentro. Hay que aclarar: ser platónico (o no serlo) no altera en lo esencial la calidad de la ciencia que se pueda hacer, pues después de todo, la ciencia es conocimiento útil, no metafísica…

Ahora bien, si lo que pretendemos es adentrarnos en temas como qué es el tiempo, por fuerza hay que partir de la Filosofía de la Ciencia. Y esto es lo que hace Vives ejemplarmente, para seguir desmenuzando amenamente las teorías físicas explicativas de este maravilloso enigma. En definitiva, si hay un ensayo de lectura obligada, Espacio y Tiempo de Vives entra en la categoría por la puerta grande. Un libro divulgativo inteligible a la par que profundo del que destacaría su enorme validez como “fondo de armario” para abordar el tiempo como nexo común en las investigaciones científicas y filosofícas.


Yo soy un extraño bucle, o porqué la materia se piensa a si misma, de Douglas Hofstadter (en adelante, Doug) tiene el aliciente de estar escrito por el autor de “Escher, Godel y Bach”, un Premio Pulitzer, muy influyente en los años 80. En este nuevo ensayo, Doug se deja de zarandajas y entra de lleno en la pregunta de que es el yo. Como siempre que hablamos de este autor, lo hace de una manera ingeniosa, valiéndose de analogías y evitando (no sé porqué) una exposición sincrónica. Doug pica de aquí y de allí para abonar su teoría.

Ya les digo que el libro vale la pena. Doug tiene la cualidad de adentrarnos en terrenos realmente apasionantes. Los capítulos dedicados al problema de la recursividad, y porque los lenguajes formales son incompletos (Godel) son realmente cumbres. Ahora bien, según lees, más te enfadas con Doug. Este americano es un soberbio que te pasas. Una y otra vez nos recuerda que él hace filosofía, no ciencia, pero en lugar de polemizar con los autores potentes, los no más de veinte que han influido en la historia de la filosofía, se centra en unos mediocres que nadie conoce y que dudo que salgan ni en el diccionario de filosofía de Kansas. ¿Por qué? Y he aquí la triste verdad, a diferencia de Vives, Doug no ha leído ni una línea de Platón, de Kant, de Popper… Nada de griegos o alemanes. A todo lo más, nos explica un cartesianismo “sui generis” basado en el Tratado del Hombre… La incultura de Doug en la filosofía clásica y del XX es, simple y llanamente, lacerante y habla bastante del yanquicentrismo que tanto abunda en la ensayística anglosajona. ¿Qué le costaba a Doug haber consultado el item “mente” de la Enciclopedia Oxford de Filosofía? No te digo ya que se hubiera marcado el esfuerzo de Vives en buscarse referencias filosóficas competentes, que debiera…

Obviamente, la conclusión de Doug no es correcta ni incorrecta, simplemente llega como mil años tarde: El yo no existe, pensar en un yo es un hábito.

Lo mismo que dijeron unos frailecicos hace cosa de mil años. Un planteamiento no ya superado, fosilizado por la filosofía de la ciencia del XIX.

Pero yo no le pienso dar al listo de Doug más pistas; que se joda y estudie, o se lea el libro de Vives, que lo entenderá antes.


Y de Montaigne hablamos otro día.


Luis Besa