jueves, 2 de abril de 2009

Tres ensayos

Platón y Aristóteles

De joven algunas novelas me impactaban de tal modo que mis puntos de vista sobre las cosas cambiaban. Para mí, ahí está la diferencia entre una buena novela y una gran novela. Ocurre que, cosas de la edad, en los últimos quinquenios esa capacidad de impactar mi forma de pensar se ha desplazado de la novela al ensayo.

Este año estoy de suerte y tres ensayos me han conmocionado. Me refiero a “Espacio y Tiempo”, de Teodoro Vives (Equipo Sirius), “Yo soy un extraño bucle”, de Hofstadter (Metatemas), y “Los ensayos de Montaigne” (Acantilado), de cuya lectura sigo disfrutando.




Espacio y Tiempo. Hace un año, en la Feria del Libro, compré en la caseta de Equipo Sirius este ensayo descomunal (por su calidad, que no por su cantidad, son 300 páginas que se hacen muy cortas) del astrónomo Teodoro Vives (exCoDirector del Observatorio hispanoalemán de Calar Alto). Fui dejando su lectura hasta hace unas dos semanas, y créanme, hoy no entiendo que alguien que se interese por la filosofía de la ciencia no lo tenga por lectura obligatoria. Bueno no, es formidable. En concreto, las primeras 70 páginas en las que se resume la filosofía de la ciencia de Platón a Feyerabend es sencillamente lo más clarito, sintético e inteligible que recuerde haber leído al respecto. Una maravilla. La fiesta sigue con la exploración de un tema tan apasionantes como el espacio y el tiempo. Comprenderán que para un idealista (en sentido filosófico) como yo este libro sea una gozada en cadena.

Siempre me extrañó un tanto que los científicos den por buena la existencia (real, en sentido fuerte) de muchos conceptos sin pararse a pensar en los tsunamis epistemológicos que aparejan. En ciertos ambientes, es hasta cierto punto común encontrarse con sabios que hablan de la necesidad de postular la realidad de un “nuevo tipo de materia al que llamaremos información”, el espacio que no tiene espacio y cosas así. Sin probablemente ellos saberlo, se sitúan en un realismo platónico recalcitrante que ignora 2.500 años de pensamiento. En honor a la verdad, a renglón seguido hay que decir que 2.500 años después, el platonismo sigue siendo la filosofía “doméstica” que todos llevamos dentro. Hay que aclarar: ser platónico (o no serlo) no altera en lo esencial la calidad de la ciencia que se pueda hacer, pues después de todo, la ciencia es conocimiento útil, no metafísica…

Ahora bien, si lo que pretendemos es adentrarnos en temas como qué es el tiempo, por fuerza hay que partir de la Filosofía de la Ciencia. Y esto es lo que hace Vives ejemplarmente, para seguir desmenuzando amenamente las teorías físicas explicativas de este maravilloso enigma. En definitiva, si hay un ensayo de lectura obligada, Espacio y Tiempo de Vives entra en la categoría por la puerta grande. Un libro divulgativo inteligible a la par que profundo del que destacaría su enorme validez como “fondo de armario” para abordar el tiempo como nexo común en las investigaciones científicas y filosofícas.


Yo soy un extraño bucle, o porqué la materia se piensa a si misma, de Douglas Hofstadter (en adelante, Doug) tiene el aliciente de estar escrito por el autor de “Escher, Godel y Bach”, un Premio Pulitzer, muy influyente en los años 80. En este nuevo ensayo, Doug se deja de zarandajas y entra de lleno en la pregunta de que es el yo. Como siempre que hablamos de este autor, lo hace de una manera ingeniosa, valiéndose de analogías y evitando (no sé porqué) una exposición sincrónica. Doug pica de aquí y de allí para abonar su teoría.

Ya les digo que el libro vale la pena. Doug tiene la cualidad de adentrarnos en terrenos realmente apasionantes. Los capítulos dedicados al problema de la recursividad, y porque los lenguajes formales son incompletos (Godel) son realmente cumbres. Ahora bien, según lees, más te enfadas con Doug. Este americano es un soberbio que te pasas. Una y otra vez nos recuerda que él hace filosofía, no ciencia, pero en lugar de polemizar con los autores potentes, los no más de veinte que han influido en la historia de la filosofía, se centra en unos mediocres que nadie conoce y que dudo que salgan ni en el diccionario de filosofía de Kansas. ¿Por qué? Y he aquí la triste verdad, a diferencia de Vives, Doug no ha leído ni una línea de Platón, de Kant, de Popper… Nada de griegos o alemanes. A todo lo más, nos explica un cartesianismo “sui generis” basado en el Tratado del Hombre… La incultura de Doug en la filosofía clásica y del XX es, simple y llanamente, lacerante y habla bastante del yanquicentrismo que tanto abunda en la ensayística anglosajona. ¿Qué le costaba a Doug haber consultado el item “mente” de la Enciclopedia Oxford de Filosofía? No te digo ya que se hubiera marcado el esfuerzo de Vives en buscarse referencias filosóficas competentes, que debiera…

Obviamente, la conclusión de Doug no es correcta ni incorrecta, simplemente llega como mil años tarde: El yo no existe, pensar en un yo es un hábito.

Lo mismo que dijeron unos frailecicos hace cosa de mil años. Un planteamiento no ya superado, fosilizado por la filosofía de la ciencia del XIX.

Pero yo no le pienso dar al listo de Doug más pistas; que se joda y estudie, o se lea el libro de Vives, que lo entenderá antes.


Y de Montaigne hablamos otro día.


Luis Besa


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