Ayer llevamos a los niños a un taller en el Museo Reina Sofía, cosa que solemos hacer dos o tres veces al año. La verdad que no se muy bien si es por su formación o porque así tenemos un par de horas libres nosotros.
Nos fuimos de paseo hasta el Tyssen, menos de un kilómetro, pero realmente maravilloso. El Paseo del Prado, con su arboleda teñida de colores otoñales, es el acertado espacio para colocar las esculturas de Manuel Valdés (ver curriculum).
Llegamos a las tan promocionada exposición las Lágrimas de Eros (video). Numeroso público hacía cola para contemplar unos cuadros que se presumía que eran la exaltación artística de Eros.
Me ha decepcionado. Me pregunto que es lo que hace un Comisario de una exposición ¿juntar cuadros? ¿saber quién los tiene para incluirlos en el catálogo? ¿escribir unas letras a colgar en los muros e ilustrar a los pardillos que acudimos a deleitearnos ante dicha exposición?
Algunas perlas explicativas:
La naturaleza de Eros que se despliega en nuestra exposición es, como la sexualidad infantil según la clásica interpretación de Freud, pervesa polimorfa.Las cursivas es del que ha escrito los textos.
En el capítulo "El beso", los amantes luchan por superar sus límites individuales para fundirse en un solo ser, y esa fusión entraña una violencia abierta o latente, una pasión canibal por devorar al otro o por vampirizarlo.
Comienza el recorrido de la exposición con dos cuadros sobre "la caída", con Adán y Eva separados por un árbol donde se enrosca la serpìente. A partir de ahí solamente vemos mujeres con serpientes, seduciendo a santos varones, ninfas que atraen a la muerte en el agua. Y nos ilustran de la siguiente manera:
[...] los artista modernos se centran en la complicidad entre la mujer y la serpiente.
Lamento que mi mentalidad racionalista me lleve a ver en toda la exposición el concepto que los artistas del XIX y el XX tenían sobre la mujer: vinculada a la serpiente, tentadora, malévola, sutil, envolvente de un pobre "Adán" sometido a los caprichos femeninos. La Iglesia estaba encantada de esta visión. No quiero entrar en el valor artístico de Courbet, Warhol (que firma la fotografía del vampiro) o Bernini entre otros. Me siento tan aplastado por la realidad que no he tenido ojos para valorar un trazo, un color, un conjunto o una fotografía.
Por otra parte destacar que hay una sala dedicada al martirio de San Sebastián, muerto a flechazos por su propios soldados, del que se dice que es el icono gay. ¡Ah! no existe el erotismo femenino, ninguna alusión a las mujeres que se aman.
Sin embargo, mi bagaje cultural ha aumentado algunos bytes, he aprendido algunas palabras que desconocía: algamatofilia (muñecas y maniquíes), dacrifilia o dracrilagnia (deseo suscitado por las lágrimas) o la tricofilia (obsesión por la cabellera).
Desandamos el camino para buscar a los retoños comentando el fondo del asunto. En el Reina Sofía esperamos unos minutos contemplando una exposición de Richard Serra que casi me tira de espaldas (no se si de asombro o incredulidad), que en palabras del crítico Hal Foster es
una estructuración de materiales para motivar un cuerpo y demarcar un lugar.
Reconozco que no entiendo lo que me quieren decir.
"Hola niños, ¿qué tal?", y la ilusión, las sonrisas, "quiero volver", "que hay de comer, tengo hambre" (son las 2 de la tarde), me devuleven a la realidad y nos marchamos a dar cuenta de un suculento cocido madrileño otoñal.
Jorge Ruiz
1 comentario:
Esas cuestiones sobre el arte me surgieron a mí precisamente en el Doña Sofía. Al lado de obras maravillosas topé con cosas que me hcieron preguntarme hasta dónde llega la "jeta" de algunos.
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