X-men es una novelización, como bien se resalta en la parte inferior de la cubierta, basada en un relato de Tom DeSanto y Bryan Singer para la adaptación cinematográfica del mismo nombre, cuyo guión fue escrito por David Haiter y producida por
En realidad es una corta novela de ciencia-ficción, con capítulos cortos y que se lee de un tirón, pero con pequeños detalles muy significativos. Es importante señalar una premisa: El mundo del comic en los años noventa experimentó lo que se conocería como el “boom mutante”, es decir, comenzaron a aparecer series cuyos protagonistas habían sufrido de un forma u otra una mutación genética la cual le otorgaba unos poderes especiales. Editoriales como Marvel, DC comics o Dark Horse con series como Alpha-flight, X-men, Factor-X, Nuevos Mutantes, Excalibur, guionizada por Chris Claremont, entre otras muchas, crearon un universo mutante definiendo una clara dicotomía entre aquellos que defienden su convivencia con el ser humano normal y los que defienden la imposición de la raza mutante sobre estos últimos.
Existe un precedente literario de una novela que en España paso sin pena ni gloria pero que establecía las bases de esta nueva raza y su adaptación al mundo normal. No es otra que “Tiempo de mutantes” (Mutan Season), de Robert Silverberg y su esposa Karen Haber. En la introducción del libro hace una pequeña y brillante cronología sobre autores y obras que con anterioridad habían tratado el tema de la mutación en seres humanos no sin antes dejar claras las bases de lo que es un mutante.
Mutare en latín significa: Cambiar. A partir del término latino, el botánico y genetista holandés Hugo de Vries acuñó, a finales del siglo XIX, los términos “mutación” y “mutante”. De Vries, que experimentaba con unos cultivos de prímulas vespertinas, observó unos cambios bruscos y notables en sus flores mientras cruzaba una y otra vez diferentes cepas. Sus investigaciones le llevaron a la conclusión de que “todos los seres vivos están sometidos a tales cambios o mutaciones, y las formas mutantes suelen transmitir sus rasgos alterados a las generaciones posteriores. Así, el propio proceso evolutivo puede considerarse como una sucesión de mutaciones…”. De esto podemos deducir que una mutación es un cambio que altera el interior de una especie (en su configuración genética) en este caso el ser humano, y un mutante una persona que ha sufrido un cambio o alteración en dicho código.
Mutación=Cambio.
Mutante=Persona cambiada o que ha sufrido una alteración en su ADN.
Ya sabemos las bases definitorias de lo que es un mutante y una mutación, de las que se nutrieron (y nutren) la ciencia-ficción literaria de la época, los comic-books y, como no, el cine actual (más que nunca) y en este caso concreto la novela X-men.
La historia nos sitúa en una Polonia invadida en 1944 por el ejército nazi del tercer Reich, y en uno de sus tristemente célebres campos de extermino, donde Eric Lehnshert, posteriormente conocido como Magneto, es un niño que se ve violentamente separado de sus padres, y que en un traumático momento, sus latentes poderes se manifiestan doblando una puerta metálica y unos alambres de espino, siendo por último golpeado en la cabeza por los guardias y guardando en la memoria la última visión de sus padres detenidos por los soldados…
Con otra serie de cortos saltos argumentales se nos van presentando diferentes mutantes y la manifestaciones de sus poderes en momentos de crisis personales en sus vidas. Con posterioridad se nos dará a conocer al profesor Charles Xavier el cual, desde su silla de ruedas, controla y dirige una mansión en la cual educa, cuida y protege a todo mutante que requiera su ayuda. Su antítesis y amigo de juventud, un crecido Eric, como contrapartida, recluta a su propio grupo de mutantes pero con una intención bien distinta: imponer una sociedad mutante.
La polémica, antítesis y lucha está servida dada la difícil trayectoria histórica que demostramos tener los seres humanos para convivir con nuestros semejantes y nuestras diferencias (que, en mi opinión, no son sino un tesoro, una inapreciable riqueza para nosotros y los demás), de raza, cultura, sexo, ideología o nacionalidad, donde podemos extraer la moraleja de que todo ser humano posee el derecho inalienable de ser respetado en su integridad tanto psíquica, como emocional, espiritual y, en este caso, física, lo que incluye, naturalmente, su patrimonio genético.
La discriminación genética, y como consecuencia racial, no es algo nuevo. Se le conoce como genoismo y corre el riesgo de repetirse tanto a nivel social (un claro ejemplo lo podemos apreciar en la película Gatacca) como a nivel empresarial donde, como esto siga así, se exigirá el genoma del individuo antes de poder acceder a un puesto laboral, para comprobar si posee tendencias depresivas, problemas de corazón, concentración, poca resistencia al estrés, etc.
En definitiva, prácticas discriminatorias que nos avocarían a un mundo no precisamente feliz sino clasista, racista, opresivo, injusto e increíblemente cruel hasta unos niveles difíciles de creer. Ojalá que esto sea tan solo pura fantasía, un desvarío personal insignificante y carente de base real… no perdamos la esperanza.
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1 comentario:
Es genial, y contiene un mensaje racial que no aprecia todo el mundo.
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