Siempre se ha diferenciado entre el Género Fantástico y la Ciencia-Ficción, como
si fueran dos entes o asuntos distintos. No obstante, en las revistas de relatos y en ciertos colectivos se emplea el término “Fantasía y CF” o, más completo aún, “Fantasía, Terror y CF” para englobar todo un tipo de literatura, no definido con exactitud, pero reconocible por la mayoría de los lectores.
Si no nos estamos volviendo locos, todo esto lleva a la conclusión de que la CF y la Fantasía tienen mucho más en común de lo que creemos. Sería interesante analizar por qué la Fantasía y la CF no son líneas paralelas, sino líneas que se interceptan innumerables veces, y que incluso pueden fundirse en una sola.
Cuando se estudia a fondo la cuestión, la clave es que la Ciencia Ficción y el Género Fantástico son lo mismo, pero contado de distinta manera. Son la igualdad en lo desigual. O, dicho con más exactitud, la CF forma parte del Género Fantástico. La Fantasía, el Terror Sobrenatural y la CF (entre otras cosas) serían tres ramas de un mismo y gran árbol.
A partir de ahora se tratarán de argumentar dichas conclusiones.
El Género Fantástico debe su propio nombre a que en él se producen hechos fantásticos, hechos sobrenaturales, capaces de romper,
dislocar o trastocar las leyes físicas y naturales que rigen nuestro mundo.
Eso es lo que también ocurre en la CF.
No encontraremos un libro de CF que no viole las leyes naturales, que no viole la estructura de la realidad. Alguien podría decir que eso no es cierto porque se pivota sobre el eje de la Ciencia. Pero no es así. La CF pivota sobre una Ciencia ficticia y fantástica, no la Ciencia real y constatable que usamos y conocemos.
Si tomáramos una novela que describiera la creación de la oveja clonada Dolly, y contara el proceso desde un punto de vista científicamente riguroso, no sería CF. Sería un ensayo científico o una novela de narrativa realista protagonizada por científicos. Pero si tratamos una sociedad en la que se clonan seres humanos en masa, ello automáticamente entraría dentro de la CF. ¿Por qué? Porque se ha hecho un
a fantasía de la Ciencia: aún no existen modos de clonar un ser humano y por tanto se ha creado un hecho sobrenatural a fuerza de “estirar” nuestra Ciencia hasta límites sobrenaturales, que rompen y dislocan el mundo que conocemos. En definitiva, tenemos un hecho fantástico bajo la coartada y el disfraz de la Ciencia.
En ocasiones, la CF ni siquiera se preocupa por su verosimilitud científica. Nadie diría que Star Wars es una obra de Fantasía, pero sin embargo en ella la Ciencia queda tan destrozada y aniquilada como en una obra de magos y dragones: naves espaciales que disparan láseres, alienígenas por doquier, estruendos de explosión en el vacío del espacio… ¿Qué tiene esto de científico? Nada. Entonces, ¿qué hace a SW CF y no Fantasía?
Pura y llanamente: la Estética (segundo enmascaramiento del hecho fantástico; el primero fue la Ciencia). Lo que cambia es la apariencia: trajes, armas, utillaje, ambientes… Se enmascara el hecho fantástico bajo una estética futurista: láseres en lugar de espadas y flechas, generadores antigravedad protoatómicos en lugar de hechizos de segundo nivel, alienígenas del planeta XR-32 en lugar de trolls u orcos, batallas galácticas en lugar de batallas campales... Ciencia en lugar de... Magia.
En una gran parte de la CF, la Ciencia tiene la misma función que la Magia. Cuando un mago lanza un conjuro, sabemos que eso no puede ocurrir en un mundo científico. Pero en el mundo de la novela sí es posible porque en él existe la Magia. De manera análoga, si una nave espacial surca el hiperespacio y recorre años luz en segundos, eso es imposible en nuestro universo. Pero en la CF ocurre porque hay... ¿Magia? No. Porque hay CIENCIA.
La CIENCIA es el ente todopoderoso que permite los cañones de fotones, escudos de energía, generadores antigravedad, cerebros positrónicos, viajes en el tiempo, psicohistoria y muchas otras maravillas irreales. Hablo de CIENCIA en mayúsculas para distinguirla de nuestra Ciencia cotidiana, mediocre y anodina, la de los laboratorios desangelados, operarios con bata blanca, simulaciones por ordenador y mediciones interminables.
La CIENCIA, en la CF, es FANTASÍA.
Pongamos dos ejemplos ilustrativos. El viaje en el tiempo, si lo realiza un mago, es Fantasía. Pero si lo hace una máquina que funciona por impulsos de protoneutrinos negativos acelerados, es CF. Si un mago lleva a cabo un hechizo para dominar la mente de otra persona, es Fantasía. Si lo hace un telépata creado por Asimov, es CF.
La CF se alimenta de una tecnojerga que incluye una mezcla de términos tecnológicos reales con otros inventados: hiperespacio, moto-jet, psicohistoria, cerebros positrónicos, antigravedad, terraformación… El lector entra en ese juego y los acepta como reales y científicos. Pero son tan fantásticos como un Hechizo de Fuego o La invocación de Yog-Sototh.
La Fantasía se desnuda ante lo irreal, lo acepta, lo abraza y lo proclama a los cuatro vientos. La imposibilidad es su seña de identidad y su orgullo.
La CF, en cambio, trata de disfrazar lo irreal de real, intenta explicar lo inexplicable, medir lo que no es mensurable. La seña de identidad de la CF es el enmascaramiento de su Fantasía implícita, pues la viste con el disfraz de Ciencia y de posibilidad científica. La CF niega cualquier atisbo de Fantasía: no puede haberla. No debe haber nada que la CIENCIA no pueda explicar.
Otra diferencia entre Fantasía y CF es que aquélla siempre mira “hacia el pasado”, mientras que la CF se proyecta “hacia el
futuro”. La Fantasía presenta entornos medievales o de la Antigüedad. Como mucho, entornos del presente. Pero no futuros. En la CF el hecho sobrenatural sucede en el futuro, en un ambiente “futurista”. Tal vez suceda en el presente, pero en un presente que repercutirá poderosamente en su propia actualidad, que la hará avanzar más rápido de lo que debiera. De ahí que en sus comienzos a la CF se la llamara “Literatura de Anticipación”, porque trata de anticiparse al propio futuro. ¿Y cómo lo hace? Con una fantasía a la que disfraza de Ciencia.
No quiero con esto desprestigiar a la CF, pues debe mantener todas estas características que la hacen tan atractiva y tan... (¿por qué no decirlo?) mágica. Es más, la CF tiene que funcionar de este modo y no de otro.
De manera análoga, la Fantasía debe respetar sus propios cánones, pues resultan pueriles esos libros en los que hay una especie de ciencia matemática para la Magia, una normativa de hechizos y contrahechizos, como si estuviésemos leyendo un recetario de cocina. El buen autor de Fantasía ha de mantener la magia y lo sobrenatural teñido de cierto misterio, conseguir el equilibrio entre la verosimilitud y el enigma indescifrable que supone la Magia en sí misma. Del mismo modo que en la CF no puede haber Magia, sino CIENCIA, en la Fantasía la MAGIA no puede transformarse en Ciencia.
La CF y la Fantasía no
deberían ser enemigas. En el fondo comparten la sana intención de hacer escapar al lector del mundo tiranizado por la ciencia cotidiana, por la tecnología, por lo que se puede medir. Ambas le llevan a universos en los que lo irreal es real, lo imposible sucede y por ello nos maravilla una y otra vez. La Fantasía y la CF, por basarse en hechos sobrenaturales, son escapismo en estado puro. El lector no sólo escapa del entorno cotidiano, sino incluso del mundo físico y científico que le rodea.
Por todo ello (recordemos el principio del artículo), la Fantasía y la CF casan tan bien en los subtítulos de las revistas de relatos. Por ello en las baldas de las librerías los libros de una y otra casi siempre están cercanos, a veces lomo con lomo. Es otra prueba de que en realidad la CF y la Fantasía son partes del gran GÉNERO FANTÁSTICO, dos ramas de un árbol que se nutre de lo sobrenatural.
Hasta ahora, al comparar Fantasía y CF, hemos visto la desigualdad en lo igual. ¿Por qué no ver también la igualdad en lo desigua.
Andrés Díaz