jueves, 27 de noviembre de 2008

UPC

Dos buenos escritores españoles, Eduardo Gallego Arjona y Guillem Sánchez Gómez, se ha llevado el Premio UPC de novela corta de ciencia-ficción dotado con 6.000 €, por su obra La cosecha del centauro.

¡Enhorabuena!

Una breve anotación de la biografía de ambos:
Guillem Sánchez i Gómez (Mataró, 1963). Ha estudiado Ciencias Empresariales y trabaja en la administración pública. Ha sido miembro de la AJELC (Associació de Joves Escriptors en Llengua Catalana) y secretario de la AEFCF (Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción) de 1996 a 1998.
Eduardo Gallego Arjona (Cartagena, 1962). Cursó la carrera y el doctorado de Biología en la Universidad de Murcia. Actualmente es profesor titular en la Universidad de Almería. Su trabajo científico se centra en la Micología (estudio de los hongos) y la Fitopatología (enfermedades de las plantas), tanto desde el punto de vista investigador como divulgativo.
Desde que se conocieron su producción literaria ha sido conjunta y desde 1994 viene publicando relatos escritos a dúo, tanto en castellano como en catalán e inglés. Han ganado premios como el Alberto Magno de la Universidad del País Vasco, o el Juli Verne (este último, en catalán). En palabras de Domingo Santos, las obras de E. Gallego y G. Sánchez se encuadran en «un universo abigarrado, variopinto, donde tiene cabida todo, desde las más amplias gestas épicas hasta el devenir cotidiano, pero principalmente un siempre presente sentido de la maravilla y, sobre todo, un gran sentido del humor, a veces patente, a veces soterrado, que es una de las principales constantes de sus autores».

Jorge Ruiz

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Marketing del pico


Para todo autor el problema es encontrar lectores.

Hay en Segovia, donde vivo, una casa sobradamente conocida. La casa de los picos. Su única gracia es que la fachada está integrada por cientos de piedras talladas en forma de pirámide. A veces me pregunto: si tuviera que elegir uno de los picos, ¿con cuál me quedaría?

Imaginen una calle con una tapia a la derecha. La tapia está compuesta por miles de ladrillos idéntico. Y ahora es cuando le dices a un viandante: recorre la calle, fíjate en los ladrillos y marca uno que te llame la atención.

Los autores somos los ladrillos. (Bien, en rigor nuestras obras, y nunca mejor dicho).

El problema es conseguir que el viandante se lleve “nuestro” ladrillo a casa.

¿Cómo?

Obviamente, llamando la atención sobre nuestro ladrillo.

Hay varias fórmulas. Una primera es la saturación del punto venta. El viandante se fija en los ladrillos que quedan a su altura visual, si yo concentró mis tochos allí, y encima, en la zona más bonita de la calle, más probabilidades tendré. Extrapolado al mundo del libro, esa es la política de lineales que se sigue en grandes librerías e hipermercados. Quien más paga, más género coloca en la fila VIP.

Otra estrategia es buscar la complicidad de alguien en quien el viandante deposite su confianza a la hora de elegir ladrillos. Es la política del prescriptor, el que te dice que el libro de tu interés está en la fila 2 columna 230.

Otra es pintar de verde mis ladrillos. Posiciono la marca verde como referencia para el cliente y pinto mis ladrillos de verde. Es la política de la diferenciación de producto por marca. El libro-marca, el autor-marca, el género-marca...

Para una pequeña editorial, para un pequeño autor, resulta difícil competir ni en marca ni en pagar más para colocar género en la fila VIP. Ahí ganarán siempre las grandes.

Para un modesto autor, la principal baza para llamar la atención es movilizar gente que hable bien de su libro (Metaversos en mi caso, ¡compren Metaversos!) o concentrar nuestro mensaje en un segmento que sepamos a priori interesado por la temática de nuestro libro.

No es fácil, pero tampoco imposible, vender libros más allá de la parentela. Hoy las cosas se mueven rápido. Hay redes sociales que rivalizan con las figuras tradicionales de la prescripción (el señor librero y el crítico). Tecnologías capaces de individualizar la publicidad. Canales de venta alternativos. Emergentes medios de comunicación que todavía no han sido absorbidos por las grandes plataformas mediáticas...

Faena del editor (¡y del autor!, que no deja de ser un comisionista) es, amén de editar y escribir correctamente, diseñar la estrategia de venta para cada caso.

Y termino con la casa de los picos. Se trataba de una casa noble “normal” a la puerta de la ciudad. La casa era vulgarmente conocida la Casa del Judío, lo que molestaba en sobremanera al propietario, obligado a perderse en -para la época- embarazosas matizaciones sobre sus ascendientes. Es así que decidió forrar la fachada de forma tal que, desde entonces, a todo el que pregunta “¿qué casa es esta?” se le responde: “Es la Casa de los Picos”. Y así ahorramos explicaciones.


Luis Besa


viernes, 21 de noviembre de 2008

Manos a la obra

Os traigo esto (rebuscando en los entresijos de la prensa especializada), porque si no recordáis mal, Tom Cruise en Minority Report, utilizaba un ordenador con las manos.
El asunto llamativo es que el asesor científico, ¡¡¡en 2002!!! era John Underkoffler, estudiante del MIT, y hoy cofundador de Oblong, que ha lanzado al mercado un sistema que puede llevar a la jubilación (o quizás prejubilación) al teclado y al ratón.


g-speak overview 1828121108 from john underkoffler on Vimeo.

Ya veremos como estará la visita al traumatólogo por parte de los David, Gabriel, José Ántonio, Juanmi, y demás escritores cuando se pongan 8 horas a mover manos en el aire. ¡je, je!

Jorge Ruiz

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El escritor


Conocí a Francisco González Ledesma en una conferencia que impartió en Alicante. Antes había oído hablar de él, pero no había tenido la decencia de pararme ante uno de sus libros. Los escritores más consagrados del género policíaco le llaman cariñosamente “El jefe de la banda” y le trataban con un respeto inusitado.

Uno, que es joven y cree que lo sabe todo sólo por haber publicado una novela, recibió una auténtica lección de modestia, de saber estar, de lo que significa el oficio de escritor.

La ponencia versó sobre su vida. No digo sobre su obra literaria, más que nada porque sería una redundancia tratándose de alguien que se ha dedicado desde siempre a las letras. Os resumiré lo más importante.

Ledesma nació en 1927, por lo que ahora tiene 81 años. Vivió otros tiempos, donde no había Internet, donde los editores además eran amigos, donde el periodismo era de casta. Estudió derecho gracias a un familiar que le pagó los estudios. Le dijo: “como suspendas una sola asignatura, te cierro el grifo”. Paco se sacó la carrera en un tiempo record.

Ejerció de abogado, y con bastante éxito. Sin embargo, esa no era su vocación verdadera. La mezquindad de los que le rodeaban solapaba todas sus acciones, impregnándolo, convirtiéndose en un reflejo de algo que no le gustaba. Con esposa ehijos a su cargo, ganando un buen sueldo y conduciendo automóviles de los caros, tomó una decisión que poca gente siquiera se plantearía: abandonó su carrera profesional y se matriculó en Periodismo.


Su única vía de ingresos en esos años fue la escritura. Había tomado contacto con ella realizando guiones para El Inspector Dan, y pronto saltó a las novelas populares “de a duro” bajo el seudónimo de Silver Kane. Escribía una novela de 80 páginas a la semana por la simple razón de que, si no lo hacía, no comía. “En una ocasión hice algo que a la gente le parece extraño”, recuerda. “Tenía que presentar la novela por la mañana y se fue la luz. Yo no tenía ni velas, pero había luna llena, por lo que subí al tejado y terminé el manuscrito bajo su resplandor”.

Se licenció en Periodismo con la nota más alta de toda España. Pasó por varios periódicos antes de convertirse en el editor jefe de La Vanguardia.En aquellos tiempos salía de trabajar a las 9 de la noche, cenaba, escribía las novelitas del oeste de Silver Kane hasta las 3 de la madrugada. Después escribía las historias que a mí me gustaban hasta las 9 de la mañana. Dormía hasta las 12 y me marchaba de nuevo a la redacción. Me consolaba diciendo que era de los pocos españoles que tenían el lujo de levantarse a las doce de la mañana”.


Esas primeras obras que él sentía suyas fueron prohibidas por el franquismo. Sin embargo, en 1982, ganó el Premio Planeta con Crónica sentimental en rojo. Ni siquiera estaba invitado a la cena de gala.

Tras recibir toda esta información de boca de su protagonista, no quedó más remedio que darle una oportunidad a sus escritos. Aún tardó un par de meses en hacerse un hueco, pero cuando llegó ya no pudo desaparecer. De la mano del inspector Méndez pasé páginas y páginas de Las calles de nuestros padres, disfrutando con la calidad de su prosa, de su estilo narrativo cargado de crítica social y humor. Los reconocimientos posteriores fueron muchos: Premio Hammett, Premio Pepe Carvalho, Premio Internacional de Novela Negra RBA, etc… Y, sin duda, se los merece todos.


La catarsis de conocer a Francisco González Ledesma hace que te plantees lo que realmente significa ser escritor, lo que hay que sacrificar, lo que hay que luchar. ¿Alguien, hoy por hoy, se plantearía escribir cuando se va la luz? ¿Quién dedicaría sus horas de sueño por llevar a cabo una novela? Que cada cual se responda a sí mismo.



Quisiera terminar con una última anécdota que resume todo lo anterior. En una ocasión, en la Semana Negra, un grupo de novelistas de mucho renombre mantenían una tertulia sobre lo que significaba la escritura para ellos. Tras varias disertaciones muy sesudas y serias, le pasaron el micrófono a Ledesma y simplemente dijo: “A mí la escritura me ha salvado la vida”. Nadie quiso añadir nada. Tampoco yo lo haré, porque creo que el mensaje queda bien claro.


Claudio Cerdán

martes, 11 de noviembre de 2008

Planeta Tierra

Hay libros que escribimos, los hay en papel y electrónicos, con imágenes, de todo tipo de temas, y hay algunos espectaculares.
Como este que os propongo (gracias Alicia) y que sugiero pongáis los altavoces a tope.

Jorge Ruiz

lunes, 10 de noviembre de 2008

Fans, pero que muy fans

Esta pasada semana, que yo conozca, ha habido dos presentaciones de libros interesantes para los que amamos la narrativa de género. Una en Valencia, Sol de misterio, de José Miguel Cuesta y José Rubio, y la segunda en Alcalá de Henares (de Madrid por si alguien no lo sabe), Sillmarem II, de Gabriel Guerrero (leer aquí y aquí).
De la primera dio cumplida reseña nuestro amigo David en lasombradegrumm, por lo que no me voy a detener.


De la segunda si quería destacar unos aspectos muy especiales que a mi, asiduo asistentes a estos eventos, me llamó la atención. Lo primero a destacar es que vinieron gentes desde largas distancias, Pily B desde Madrid y sobremanera, Luis Besa y Juanca desde ¡Segovia! Esto es moral y no la del Alcoyano. No conocía a esta pareja, en especial a Luis cuyo libro Metaversos me sorprendió en su momento.

Gabriel Guerrero dedicando uno de sus libros a Pily B, desplazada para la ocasión desde Madrid.

Lo segundo es la forma en que se realizó al acto, el cuál estaba anunciado como "lectura-presentación" de algunos párrafos del libro.
El leer en voz alta en algunas presentaciones, es habitual en los libros de poesía, en donde el autor u otra persona deleitean con un verbo fluido a los asistentes. Pero era la primera vez que presenciaba esto en un libro de ciencia-ficción,..y no quedó nada mal.


Los dos personajes una vez finalizada la lectura.

El montaje en la Librería Diógenes, era sencillo y con un punto de caótico. Una mesa, dos sillas ocupadas por un lector que representaba al Conde (los lectores de la saga saben quién es) y otra lectora a Itsake, una asesina Homofel amante del Conde. El editor de Transversal, Jorge Ruiz, hizo de narrador en los espacios abiertos entre la conversación de los dos personajes. Y nada más. Ni sillas ni parafernalia alguna para acoger a las veintitantas personas que escuchabamos.
El público que estaba en la librería buscando que comprar, se quedaron sorprendidos con el acto, y alguno se engachó como oyente e incluso compró el libro.
Posteriormente, el editor y el autor mantuvieron una conversación donde se desvelaron algunos entresijos de la saga.
En fin, una buena idea que hace más amenos estos actos.

Carlos Muñoz

viernes, 7 de noviembre de 2008

Los Navegantes o cómo poner el listón muy alto



Intentar decir algo sobre Los Navegantes, de José Miguel Vilar-Bou, que no se haya dicho ya, parece bastante complicado. En la red se pueden encontrar opiniones enfrentadas. Incluso alguno parece tener viejas cuentas pendientes con el autor y que consuma su venganza copiando y pegando las mismas palabras de crítica allá por donde va.

Sin entrar a discutir sobre los posibles problemas mentales de algunas personas, aquí lo que se pretende es hablar sobre este libro sin mencionar a sus personajes, ni a Arialcanda, ni a la guerra y el amor tan presentes a lo largo de la historia. Tampoco se tratará el tema de la portada (que el autor me perdone), y no se va a hacer porque son muchos los que a lo largo de estos meses se han encargado de comentarlo.

Puede parecer que eliminado todo esto ya no queda mucho de qué hablar. Sin embargo, creo que es precisamente cuando lo quitas cuando ves la esencia que subyace en esta novela. Una esencia que te es inoculada a medida que pasas las páginas y que te ha envenenado por completo para cuando quieres darte cuenta. Una esencia de emociones en estado puro. Y eso es decir mucho. Convertir las palabras en algo más que una sucesión de letras y espacios en blanco es algo que no todo el mundo sabe hacer, o que no todos hacen con acierto, y resulta hasta molesta la facilidad con la que se maneja este escritor-periodista.

A veces no puedo evitar imaginarme al autor como un alquimista encerrado en su laboratorio secreto, mezclando esas palabras para transformarlas en sensaciones y servírnoslas como apetecibles aunque sean muy amargas. Porque si una cosa es cierta es que algunas de las cosas que se relatan a lo largo de sus 315 páginas consiguen que se te encoja el estómago. Un estómago que muchos creemos, estúpidos de nosotros, a prueba de bombas. Por suerte, Los Navegantes es una muestra, diría que contundente, de nuestra equivocación.

Tras haber leído esta novela del Grupo AJEC, pienso que somos muchos los que esperamos la segunda obra de este autor valenciano para comprobar si de verdad tiene el potencial que aparenta o si, lamentablemente, ha sido un golpe de suerte.

Por ahora todo apunta en la primera dirección ya que José Miguel Vilar-Bou parece moverse más que una cucaracha sorprendida por un foco. Además de publicar dos relatos en Historias Asombrosas, ha colgado de forma gratuita en su página (su blog es eldiablomedijo) muchos de los cuentos que han visto la luz hasta el momento (incluido el relato Después del orgasmo con ilustraciones de Anabel Zaragozí), y también participa en la antología del Grupo AJEC, 65 instantes, de próxima publicación.

En definitiva, mucho material que hará las delicias de sus admiradores, mientras otros seguimos esperando como quien espera el segundo disco del grupo revelación del año, a ver qué nos depara este autor en su siguiente trabajo de envergadura.

De todos modos, si lees esto con la intención de averiguar si Los Navegantes es una buena novela, mi consejo es que al igual que a mí me ha gustado y a otras personas no, en vez de confiar en las palabras de cualquiera que tenga un teclado y algo de tiempo libre, te leas el libro y te formes una opinión propia. Siempre será mucho más acertada.


W. Ahrendt

martes, 4 de noviembre de 2008

Fantástico visionario en la Edad Media

Las raíces del arte fantástico son muy profundas. Como ejemplo de su tratamiento en la Edad Media podemos analizar dos tímpanos de catedrales románicas, unos pórticos esculpidos hacia el 1150. Los dos representan el Juicio Final, un juicio para el que no hay término medio: o la salvación o el castigo para toda la eternidad. Todavía faltan dos siglos para que aparezca un estadio intermedio, el Purgatorio. La obra artística más excelsa con los tres destinos será un poema, La Divina Comedia de Dante, de género fantástico mal que les pese a algunos críticos erróneamente elitistas.

En Sainte-Foy de Conques, el primer ejemplo, observamos las torturas varias que los demonios infligen a los condenados: los descuartizan, los asan a fuego lento, los retuercen en torsiones imposibles, un leviatán los devora, además de otros suplicios. Por su parte, se presenta a los salvados en una escena digna de George A. Romero: los muertos salen de los ataúdes despertados por ángeles.

En cuanto a Saint Lazaire de Autun el efecto es desgarrador, dado el estilo del maestro Gislebertus de figuras estilizadas y emotividad expresionista. Algún personaje recuerda a El grito de Munch. El magnífico Gislebertus exhibe su pericia técnica y su talento creador esculpiendo un Cristo central cóncavo. Tras el pesaje de las almas (psicostasi), algunos afortunados van al Cielo mientras que otros sufren la condenación. Los bienaventurados gozan en la Jerusalén Celeste jugando con ángeles. Pero no puede argumentarse aquello de que mejor ir al infierno, mucho más divertido; entre los tipos de tormentos prefijados, a los avariciosos los ahorcan cargados con el sobrepeso de una bolsa repleta de monedas, mientras que a los lujuriosos varones les aguarda una tortura aún más dolorosa: la castración; sin anestesia, claro. Los personajes condenados aúllan, las bocas desencajadas, en un arte tremendista y de gran calidad.

Como muestran estos dos ejemplos entre muchos otros, la fantasía adquiere características visionarias durante el románico.


Roger Ferrer


lunes, 3 de noviembre de 2008

Hay on Wey


La idea era aprovechar el patrimonio de Segovia para, durante cuatro días, llenarlo de charlas de autores, editores, libreros... Utilizar las decenas de espacios de la ciudad medieval para conciliar puntos de encuentro entre autores y lectores. Y funcionó. Me estoy refiriendo al Hay Festival , que se desarrolla en otoño en Segovia y en primavera en Granada. Sobre 70 autores desfilaron por Segovia el pasado septiembre y unos 7,000 espectadores pagando sus mil pelillas por participar en el evento.

El Hay Festival se llama así porque nació, en la localidad galesa de Hay on Wye (I Gelli, en gaélico). Se trata de un pueblo que no llega a mil habitantes con 50 librerías, abiertas todo el año. Sí, 50 librerías, no es una errata. Esto es así por la particular cultura del shoping de los ingleses, pero no quiero extenderme en eso ni en el fenomenal paisaje de campiña. Queda pendiente porque realmente vale la pena, pero no aquí.

La cosa es que invitado por la organización, de gorra total, me planté allí el pasado mayo. Y señores, vi la luz. El pueblo está bien, la gente muy civilizada y la comida inglesa... pues inglesa. Comparado a Segovia, el festival es feo de caerse, carpas impersonales en medio de un barrizal. Muy inglés, practicidad y punto. La diferencia es que en lugar de 60 autores por ahí pasan, durante una semana, 200 escritores, otros tantos editores, agentes, periodistas... Y 150.000 espectadores, desplazados para la ocasión y que pagan, y no poco, por escuchar a sus autores favoritos.

Bien. Digo que vi la luz porque me parachutaron de un día para otro en las tripas del sector editorial inglés, en un tímido intento de la cultura inglesa de abrirse, al menos, a la segunda potencia editorial, la española. (Allí pasan de traducir, ¡para qué!, si tienen de todo...)

¿Saben qué me llamó más la atención? Obviamente, no la diferencia de tamaño sectorial. En España los libros mueven 5.000 millones (¡y somos los segundos del mundo!), en Inglaterra deberían multiplicar eso por 10 o por 100. No. Lo que más me llamó la atención fue la inexistencia de dirigismo cultural.

Me explico. En Hay on Wye departían varios nobeles junto al típico escritor de bodrios de autoayuda. Un cocinero mediático y una autoridad en física cuántica. Nadie hacía distingos de este es bueno y ese es malo. No percibí ese “elitismo” que aquí practicamos tanto entre cultura de la buena y cultura de la mala. Todo es negocio, todo es libro, y el lector, el cliente, es el rey. Me gustó esa democracia intelectual donde un libro carece de valores objetivos, sino que es bueno o malo en función de si logra o no cumplir las expectativas (las que sean) del señor que se toma la molestia de pagar un pico por un libro.

Miren, a mí particularmente me aburre la novela histórica. Me gusta la CF. Pero no se me ocurre pensar que mi padre es tonto porque aborrece la CF y sólo lee novela histórica. En Inglaterra entendí que la bondad de un libro es responder a la expectativa suscitada EN EL LECTOR. Que al lector le da por consumir un libro de narrativa romántica (de tanto tirón en Inglaterra), vale. Que lo que le gusta es un ensayo sobre lógica-matemática, vale también. Que es un palo escribir con la vista puesta en el lector. Puede. Pero eso tiene un nombre: OFICIO. Escribir para la gente.

Nota. De algún modo los escritores, incluso los aprendices, somos las putas de las fantasías ajenas. Cobramos (esa es la idea) para construir en palabras un mundo para un determinado lector. Y de nuestra capacidad para complacer al cliente depende el valor de nuestra obra. Se puede ver de otra forma, cierto. Pero ésta me gusta especialmente.


Luis Besa

www.luisbesa.com